En noviembre tuvimos la oportunidad de escuchar la plática sobre “Prácticas de crianza” que imparte el Dr. Ely Rayek, en la que hizo énfasis en el origen y las causas de los comportamientos que consideramos inadecuados o no deseables en los niños, nos dio herramientas para observar la relación que puede haber entre éstos y la manera en la que nos relacionamos con el niño y sus actos y, por supuesto, nos sugirió estrategias para mejorar nuestra crianza.
¿Qué esperamos de los niños?
Que sean personas capaces de crearse bienestar y crear bienestar en su entorno; queremos que sean personas que no generen preocupación y problemas a sus seres queridos y a los demás; queremos que sean la mejor versión posible de sí mismos.
El Dr. Rayek menciona la observación como una herramienta para conocer mejor a nuestros hijos y así, determinar si puede haber una relación –o no–, con la forma en la que le hacemos saber qué esperamos de él/ella y cómo respondemos ante sus conductas.
Los padres/madres prescriptivos son aquellos que, como médicos, recetan a sus hijos lo que deben hacer y lo que no deben hacer, dan explicaciones innecesarias y creen que todo quedó claro, anotado y que, además, él o ella van a cumplir sus expectativas.
La realidad es que, como dice el Dr. Rayek, los brazos sirven para “apapachar” y las piernas para “ejecutar”, es decir, los padres/madres debemos actuar cuando hay que salvaguardar su seguridad física y emocional, modelando a través de la forma en la que nosotros mismos nos comportamos y tratamos a los demás, y “sin rollos” que, a la postre, les entran por un oído y les salen por el otro.
Modelar significa mostrar la forma antagónica al comportamiento no deseado: si el niño pega, nosotros le brindamos una caricia y le decimos que eso se siente bien; si el niño mastica con la boca abierta, nosotros aprovechamos la hora de comer para hacerlo con la boca cerrada y de esta forma, en cada caso.
Los padres/madres persecutorios son los que están pendientes de que esa lista de prescripciones se realice, van con la cuchara de la comida detrás del niño para que coma, lo corretean para que se meta a bañar, lanzan amenazas al aire o, incluso, en el peor de los casos, los descalifican, los castigan o les pegan, si no hacen las cosas como ellos esperan.
Las amenazas, las descalificaciones, los golpes y los castigos NO FUNCIONAN, lo que sí logran es crear:
- Una autoestima débil.
- Comportamientos oposicionistas.
- Rebeldía.
- Desconfianza.
El lenguaje corporal es, siempre, mucho más efectivo; hazle saber que lo que dijo o lo que hizo te molestó o te entristeció, bajando la mirada –después regrésala– y, si te pregunta cómo estás, dile realmente qué piensas y cómo te sientes.
- Los padres/madres sobreprotectores y perfeccionistas dan al niño el mensaje de que no confían en sus capacidades y habilidades y, por lo tanto, él/ella puede sentir que es débil, que realmente no puede. Es importante respetar sus decisiones, aún cuando eso signifique que también tenga que asumir consecuencias (claro que nunca lo expondremos a algo que ponga en riesgo su seguridad, su integridad y su dignidad), porque es la única manera en la que va a aprender a tomar decisiones informadas en un futuro.
Por otro lado, el enfatizar lo que está mal puede crear en el niño la percepción de que, no importa lo que haga, no es lo suficientemente bueno para sus papás/mamás.
Criar a un niño es una tarea titánica, es un reto que requiere de una visión honesta hacia nuestro/a hijo/a, reconociendo sus cualidades y sus defectos, sus habilidades y sus limitaciones, porque es la forma en la que no solo le decimos, sino que también le hacemos sentir, que sabemos quién es y que es así como lo amamos y lo aceptamos, y que estamos dispuestos a ser su espacio seguro para que pueda equivocarse, y sus mejores aliados para celebrar sus logros y sus éxitos.
El halago abstracto cae al vacío; decirle que es un campeón o una princesa es tanto como subestimar su entendimiento. Él/ella sabe que no es un campeón ni una princesa, pero puede sentirse muy satisfecho/a si se le reconoce –en lo concreto– lo que ha logrado o el esfuerzo que está poniendo así que, la próxima vez, puedes decirle: “me gusta mucho cómo tomas la cuchara para comer”, “aprecio cómo saludas a tu abuelita”, “fuiste muy solidario con tu amigo”, “he visto cómo te esfuerzas para mejorar tu letra…” porque si hay verdad en las palabras, el halago llega al corazón.
El Dr. Ely Rayek nos compartió una tarjeta con lo que recomienda que recordemos y lo que debemos evitar:
Recuerda:
- Apapacha frecuentemente.
- Elogia sus aciertos de manera clara y precisa.
- No corrijas.
- Escucha para entender: da acuse de recibo y reitera la regla en operación.
- Sé predecible y consistente en el manejo de reglas y rutinas.
- Ofrece opciones con responsabilidad.
- Permítele vivir las consecuencias de sus decisiones.
- Trátalo como quieres que te trate a ti y a los demás.
Evita:
- Corregir y señalar los “NO” (en su lugar, ofrece la forma deseable). 1.
- El castigo físico.
- Los premios y contratos.
- Los chantajes y amenazas
- El retiro de privilegios.
“Aprende, sé perseverante y ten paciencia”.