Un sello distintivo de los ambientes Montessori es el material de desarrollo que se encuentra en sus ambientes; no importa el nivel del que hablemos, incluso, no importa si hablamos de un colegio Montessori en México o en cualquier otra parte del mundo, todos están armados por un mobiliario acorde a la talla de los niños y, en ellos, por hermosos materiales que despiertan nuestra curiosidad y nos invitan a la exploración.
De manera menos obvia, el Guía es otro pilar fundamental. Es el vínculo entre esta herramienta inerte que cobra vida cuando la brinda oportunamente a los niños.
Entonces… ¿Cuál es la herramienta más importante? LA OBSERVACIÓN.
Una habilidad que se adquiere –únicamente– ejercitándose y que, para que cumpla con su cometido, debe hacerse de manera informada, consciente y consistente.
Me interesa mucho retomar este tema con la comunidad porque, próximamente, iniciará el periodo de observación para los ambientes de Comunidad Infantil y Casa de los Niños dentro de sus ambientes, y porque la observación – deseablemente– debe continuar en el hogar, a lo largo de nuestra maternidad y paternidad, lo cual la hace una herramienta siempre vigente para acompañar a nuestros hijos en sus diferentes etapas de desarrollo.
Sabemos que la observación es mirar algo con atención, pero ahora le vamos a agregar cualidades necesarias para que sea, a la vez, científica y espiritual.
La observación científica consiste en anotar lo que percibimos con nuestros sentidos, en el presente, sin juicios, sin interpretaciones, sin ideas preconcebidas; de manera clara, precisa, exacta, descriptiva, positiva y consistente.
La observación espiritual viene desde la preparación interior del adulto, porque debe hacerlo con paciencia y humildad, con una actitud de servicio, con fe y amor incondicional hacia el niño, para entrenar una mirada capaz de reconocer que algo extraordinario está sucediendo en su interior, ya que lo que vemos es solo un atisbo de lo que se está gestando.
¿Qué buscamos cuando observamos? Vemos, miramos y observamos quienes son a través de lo que hacen y cómo lo hacen; qué emerge, qué se consolida y hacia dónde van sus intereses. Observamos qué es lo que observan ellos, qué los mueve, qué los motiva; en otras palabras, no observamos lo que es, sino lo que esperamos ver –a su propio tiempo–.
Como científica, la Dra. María Montessori se fascinó al ver cómo el niño se convertía en hombre. En todo el mundo observó las mismas necesidades en los niños; tendencias humanas universales y periodos sensibles que los llevaban a su propio desarrollo. Se sigue pensando que los adultos crean, modelan y forman a los niños y, aunque su papel es fundamental, son en realidad los niños quienes se construyen a sí mismos.
Con la observación podremos detectar qué tendencias están aflorando en este momento: la exploración, la orientación, la clasificación, la independencia, la socialización, el trabajo significativo, la comunicación, la concentración, la imitación, la creatividad, la imaginación, la autoperfección, la curiosidad, la exactitud, la repetición, el razonamiento… Podremos ver en qué periodos sensibles navegan, si es el orden, el lenguaje, el movimiento… Pero sobre todo, podremos observar quién es en este momento, sin proyectar nuestros deseos o a nosotros mismos.
Es más conveniente hacernos más preguntas que buscar respuestas; enfocarnos en el proceso y no en el resultado, porque lo que estamos viendo es un ser en constante construcción.
Solo mediante la observación podemos proteger el proceso de cada niño para que encuentre su propio perfeccionamiento y satisfacción, para saber si debemos, o no, actuar, y cómo hacerlo.
Se dice que no podemos amar lo que no conocemos, y que no podemos conocer lo que no observamos; por eso somos, los adultos a cargo, los responsables de seguir al niño, de ayudarlo a que se conecte consigo mismo.
¡Los invitamos a ser, como montessorianos, científicos activos!