Tanto tiempo en casa, confinados o alejados físicamente de nuestros círculos sociales, limitados en nuestras salidas y en las distracciones que todo ello nos brinda, nos puede llevar a la sensación de monotonía y al sentimiento de aburrimiento, que se caracterizan por un malestar al sentirnos desmotivados, por no encontrar algo que capte nuestra atención e interés.
El aburrimiento, como experiencia universal, tiene una contraparte sumamente positiva, y ello lo comprueban estudios realizados en diversas partes del mundo desde hace décadas.
De acuerdo al doctor Pablo Irimia, neurólogo en la Clínica Universidad de Navarra, hay una obsesión actual por el “tiempo útil”, cuando es en los momentos en los que parece que no estamos haciendo nada de utilidad, que podemos reflexionar y obtener ideas; también explica que tendemos a hiperestimular el cerebro de los niños con estímulos externos, ahogando sus intentos por generar estímulos que vengan de su interior.
El profesor de filosofía en la Universidad de Lousville, Andreas Elpidorou, considera que “el ocio nos ayuda a restaurar la percepción de que las actividades que realizamos son valiosas o útiles, …y que el aburrimiento es una especie de estado regulador que nos anima a completar nuestros proyectos.
Por otra parte, Jerome Singer, estudioso del proceso de soñar de manera constructiva y positiva, afirma que es durante “el ocio”, cuando entramos en la parte inconsciente de nuestro cerebro para poder seleccionar recuerdos olvidados hace mucho tiempo y conectar ideas.
Rebekah Cadman y Sandi Mann (ésta última, autora del libro “El arte de saber aburrirse”) realizaron un experimento con tres grupos de personas a las que les asignaron diferentes tareas: uno de ellos tenía trabajo colaborativo, otro debía transcribir números de un directorio telefónico, y el tercero, solo debía leerlos. Posteriormente se les dio un par de vasos a cada participante para que formularan diferentes usos con ellos. Los resultados fueron muy claros, entre más tediosa fue su experiencia, más creativas resultaron las personas, así que concluyeron que para tener un pensamiento más creativo hay que asegurarse de tener un tiempo para que nuestra mente divague, para soñar despiertos y para pensar simplemente.
Otro estudio, realizado por las psicólogas Karen Gasper y Brianna Middlewodd, de la Universidad del Estado de Pensilvania, consistió en exponer a grupos de personas a conjuntos de palabras que sugerían diferentes estados de ánimo, para después realizar ejercicios de creatividad. Encontraron que tanto la euforia como el aburrimiento centraban su pensamiento en el deseo de generar nuevas experiencias.
La psicóloga Jennifer Delgado publicó en sus redes sociales, en septiembre de 2016, que el aburrimiento nos permite conectar con nuestra esencia, e incluso potencia la creatividad y la imaginación, y que por eso le preocupa el entorno perfectamente estructurado en el que se encuentran muchos niños, donde no tienen la oportunidad de aburrirse: “Es cierto que en un primer momento los niños pueden experimentar cierto malestar cuando se sienten aburridos, pero se trata de una sensación transitoria que a la larga favorece la motivación, la autonomía y la resistencia a la frustración.”
Ella misma sugiere algunas respuestas para los niños cuando se sientan aburridos:
“Es conveniente que le prestes atención durante unos minutos. Explícale que el aburrimiento no es negativo y que puede aprovecharlo para inventar un juego nuevo o hacer algo diferente.”
“También puedes sugerirle algunas ideas, pero asegúrate de que sea el niño quien elija lo que desea hacer, no le impongas nada, ya que se trata de su tiempo libre, y lo más importante es que aprenda a gestionarlo. De hecho, uno de los mayores desafíos de los adultos es saber administrar su tiempo.”
“La idea es que le prestes atención a tu hijo y le muestres que puede acudir a ti cuando lo necesite, pero no debes afanarte por distraerlo, eso debe logarlo por sí solo. Recuerda que los niños también necesitan tiempo para no hacer nada, disfrutar de sus fantasías, soñar despiertos, observar el mundo o simplemente asimilar las experiencias.”
El cerebro necesita pasar de la inactividad a la actividad, y es por eso que al no poder engancharse en una actividad, se vea forzado a crear alternativas, de ahí que en los estados de reposo o aparente ocio, soñemos despiertos, imaginemos y nos surjan ideas
El aburrimiento es también un descanso para el cerebro, disminuye el estrés y nos equilibra emocionalmente; desarrolla nuestra capacidad de resiliencia y nuestra empatía al ponernos en el lugar de otros.
Así que podemos empezar a valorar al aburrimiento como un generador de habilidades, e incluso, como algunas famosas personalidades lo hacen, destinar tiempo para sentarnos a pensar. Es tiempo de deshacernos del malentendido deber mantener a los niños interesados en algo, ocupados, entretenidos, divertidos o activos, y permitirles que trabajen por ellos y para ellos, desde su interior.
“-Papá, mamá, me aburro-, se oye lamentarse a veces, con clara intención de chantaje, a algunos niños. Me aburro significa en tales ocasiones: dame espectáculo, cúmpleme un deseo… No se me ocurre respuesta más adecuada ni cariñosa en tales casos que ésta: -Excava en tu hastío, hunde la pala, busca el diamante-“
Elogio del aburrimiento, Fernando Aramburu.