Nuestro origen e identidad

Todos, como individuos pertenecientes a un país, generalmente deseamos saber de nuestro origen y cuáles son los símbolos que nos identifican; en nuestro caso hablaremos de los más icónicos y trascendentes: el águila, la serpiente y el nopal, y que encontramos plasmados en el escudo nacional que, de acuerdo a la ley al respecto, fueron hechos por el pintor potosino Francisco Eppens Helguera (1913-1990), y que nos conmueven a todos al observarlos.

Todos los países tienen una bandera que representa la unidad, la independencia y los valores nacionales más estimados por su población, con un simbolismo propio, inconfundible, y que confiere a estos valores la representación de la identidad nacional de cada pueblo.

Desde niños, en la clase de Historia de México, supimos que el pueblo azteca que vivía en el norte de la República (hay datos de que era en la latitud 22 norte, en algún lugar del estado de Nayarit), tuvo la encomienda de su dios Huitzilopochtli (Colibrí zurdo o del sur) para fundar una ciudad, en  algún lugar en donde encontraran un águila posada sobre un nopal, con las alas abiertas hacia el cielo y devorando una serpiente. Esa era la señal designada por su dios, para fundar ahí su ciudad. El mexica es el último pueblo del grupo de lengua náhuatl que llegó a formar el imperio del mundo anterior a la llegada de los españoles; era la gente que se explicaba y hablaba claro, civilización importante y portadora de las grandes culturas mesoamericanas que en la Historia Universal están dentro de las seis que tienen cultura original, no influida por otras culturas, junto a las culturas mesopotámica, egipcia, china, del valle del Indo y del área de los Andes.

Según la tradición mitológica, eran siete las tribus que habían partido de Chicomostoc (lugar de las siete cuevas), y los aztecas procedían de Aztlán (tierra de las garzas blancas), de donde deriva su nombre: aztecas. Un historiador llamado Wigberto Jiménez Moreno los ubica en la isla de Mezcaltitlán, Nayarit.

Al iniciarse la peregrinación, su dios Huitzilopochtli se apareció en forma de águila y les indicó que su nuevo nombre sería mexitlin o mexicas, les fijó un destino como pueblo conquistador al imponerles plumas y pintura facial, y al dotarlos de arco, flechas y chitahli (una red para cargar objetos necesarios); su misión: la guerra y el sacrificio. El nuevo nombre hacía referencia a Mexitli (Ombligo de la Luna o Hijo de la Luna).

En 1299 llegaron a Chapultepec (Cerro de los Chapulines), en donde centraron su poder en un solo señor, Huitzilihuitl (Pluma de colibrí). Existe la leyenda que en su peregrinar pasaron por Malinalco, en donde abandonaron a la hechicera Malinalxochitl, hermana de Huitzilopochtli, quien tuvo un hijo llamado Copilli, a quien platicó su infortunio, y éste incitó a los habitantes de Chapultepec a ser hostiles hacia los mexicas; éstos lo derrotaron, le sacaron el corazón y lo hundieron en el lago de Texcoco, en donde años después surgió una piedra en donde se arraigaría el nopal que daría apoyo para sostener al águila que estaría devorando una serpiente. Al cumplirse los designios se fundó ahí la nueva ciudad que alojaría a los poderosos mexicas que dominaron su entorno.

Ocurrió la fundación de México-Tenochtitlán en un hermoso ojo de agua, en medio de los carrizales, en donde concurrieron asombrados los elementos recordatorios de Aztlán, su lugar de origen: el ahuehuete, el sauce blanco, la caña, el junco blanco, la rana, el pez y la culebra blancos, y en el agua, entre dos peñascos (donde habían colocado el corazón de Copilli, hijo de Malinalxochitl, hermana menor de su dios Huitzilopochtli) sobresalía un nopal (símbolo que daría apoyo al tunal de los corazones de los guerreros derrotados) y sobre de él, un águila majestuosa (símbolo del sol y del cielo) con sus alas abiertas y devorando una serpiente (símbolo de la tierra y de la fertilidad). Terminaba así su largo peregrinar, ahí fundaron su ciudad México-Tenochtitlán, por designio divino de Huitzilopochtli y en homenaje a sus dos caudillos: Mexitli y Tenoch. El primero reclutó a los que vinieron desde Aztlán, y el segundo guardó el corazón de Copilli para dejarlo en el lago de Texcoco.

Así quedaron conformados los símbolos que nos dieron origen, que nos han acompañado a lo largo de nuestra historia, desde la fundación de la ciudad Mexico-Tenochtitlan (1325) en el siglo XIV hasta el XXI y que, pese a la conquista, llevada a cabo por los españoles desde el 13 de agosto de 1521, pasando por trescientos años de la Colonia, y con innumerables escudos y banderas, nunca han dejado de vivir en el inconsciente colectivo de nuestro pueblo que siempre los ha reconocido y reclamado en todas las gestas, crisis y circunstancias adversas que han tratado de separarnos, de dividirnos y, porqué no, de exterminarnos, para pertenecer a otro poder extraño y ajeno a nuestra historia y circunstancias, que hemos superado pese a todo designio adverso.

Somos el pueblo del Quinto Sol, hemos unido el cielo, la tierra, nuestra sangre, nuestro territorio, nuestra cultura, nuestros diversos trabajos y quehaceres y, siempre, hemos entregado nuestro corazón y sentimientos para conformarnos como un pueblo mágico, hospitalario, creativo, de diversos mosaicos culturales que nos enorgullecen y conforman; la Flor y el Canto siempre hablarán por nosotros porque brotan de lo más profundo de nuestra creatividad para los pueblos del mundo, como ejemplo de lo que fuimos, somos y seremos, con nuestra entrega y trabajo cotidianos, para todos.

Todo ello nos origina e identifica, nos estremece al contemplarlo y verlo ondear con nuestra bandera. 

La primera tarea de la educación es agitar la vida, pero dejarla libre para que se desarrolle.